Mucho se ha escrito acerca de la importancia de la música para los niños, los adolescentes y para el ser humano en general; desde simples opiniones hasta resultados comprobados por la ciencia. El hecho es que somos nosotros quienes debemos experimentar todo lo bueno que la música -cual caja fuerte- reserva para nosotros.

¿Cómo se abre esta caja fuerte?

Desde siempre escucho frases como: “la música no es lo mío” o “a mi hijo no le gusta la música’’, y no podemos negar que desde su punto de vista están en lo cierto pues son muchos los factores que influyeron para llegar a esa conclusión.

¿Qué ha pasado entonces?

Siempre pido a mis alumnos que piensen en la música como un lenguaje cuya principal función es comunicar sentimientos y sensaciones por medio del sonido y que esto se cumple cuando el oyente o espectador recibe este mensaje.

Entonces, la música no depende de la cantidad de notas que sabemos o de la rapidez su ejecución, pues si es un lenguaje importante será su interpretación; sin embargo, para recibir realmente su influencia debemos aprender a disfrutarla, lo que responde a nuestra primera pregunta de ¿Cómo se abre esta caja fuerte? “Aprendiendo a disfrutarla”.

Esta es probablemente la clave para desatar todo el potencial de la música en un alumno; esto es lo que me funciona y lo que probablemente sea el principal   error de aplicación de la música en gran parte de los centros escolares.

El principal objetivo de un formador musical debe partir por enseñar al alumno a disfrutar de ella, y así como un cocinero debe tener un buen paladar para reconocer y disfrutar de cada sabor y combinación de texturas, olores y presentación, un alumno de música debe reconocerse en ella escuchándose de manera individual y como parte de un contexto mucho mayor; dicho de otra forma “dejar de contar los tiempos para empezar a sentirlos” 

Para llegar a esto, entonces, ya no es necesario un gran conocimiento previo de teoría, escritura y ejecución, pues partiendo de algo muy básico los alumnos pueden empezar a experimentar la música, incluso compartiendo con músicos formados como su maestro, tal como lo haría un niño con un adulto cuando está aprendiendo a hablar.

Es allí donde la música se convierte en un instrumento de unión que no discrimina al alumno dotado del alumno falto de coordinación; y también es allí donde se derriban las barreras arriba mencionadas: ‘la música no es lo mío” o “a mi hijo no le gusta la música”.

La música no solo es un arte que disfrutamos; también es nuestra mejor opción para potenciar nuestras habilidades cognitivas, sociales y emocionales; es la que nos da esa cuota de sensibilidad que humaniza nuestra alicaída sociedad, es la que nos hace recordar, nos cambia el humor y nos hace felices.

Por: EDWIN CONTRERAS GUTIÉRREZ
Director de Musimanta – Consultoría & Proyectos Musicales

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