Quien no recuerda las veces que ha bailado, soñado y hasta sollozado una decepción junto a la dosis adecuada de un tema musical o una escena de película ¿Fue acaso el impacto visual lo que te puso los pelos de punta?

La verdad es que aquella escena sin el entorno música que la rodea nunca hubiera tenido el mismo resultado ¿No me creen? Recordemos una escena típica del entrañable Chavo del Ocho: “Doña Florinda…Profesor Jirafales…” Si fuiste como yo un fiel Chavero de tele de tubos y hasta en blanco y negro con elevador corriente ya debe sonarte en la memoria aquel sonido de violines típico de un romance a la mexicana… ¿Lo recuerdas verdad? Ahora retíralos. Deja que el sonido asilado de ese par de líneas inunde tu cerebro y si quieres en ultra HD pero nunca será lo mismo ni tendrá el mismo impacto que lo que esa escena y su musicalización dejaron en ti por más de tres décadas.

Desde finales del siglo XVI y los primeros años del Barroco Musical se reconoce y estudia la influencia de la música en el comportamiento humano en la “Teoría de los Afectos” que surge junto con la Opera a fin de lograr enunciar con música las emociones y sentimientos que expresaban los textos y por otro lado lograr también dar unidad a las obras que dialogaban musicalmente una historia.

Entonces la música funciona como un gran amplificador de emociones, cualidad que como ya sabemos es bien utilizada por cuanta empresa anuncia y hasta por nuestra abnegada (¿??????) fauna política para doblar nuestra voluntad y preferencia a sus “filantrópicos” apetitos personales.

Esta demostrado que el oír música proporciona placer físico al liberar una hormona llamada Dopamina la cual pone el disfrute musical a la altura de un gran banquete a lo Enrique VIII, un maletín lleno de fajos de 100 cortesía de Don Vladi o un tórrido encuentro sexual con tu fantasía de video clip reggaetonero.

Josefa Lacarcel, doctora en Psicología Evolutiva, Musico y antigua profesora de Didáctica de la Expresión Musical, Psicología de la Música y Musicoterapia de la Universidad de Murcia, nos dice: “La música modifica las células C de nuestro sistema inmunológico y las Metaendorfinas, que son liberadas por las neuronas a través de los neurotransmisores que actúan en el cerebro y el aura o la energía luminosa de nuestro cuerpo”. Lo que en buen cristiano quiere decir: “LA MUSICA AMANSA A LAS FIERAS”

Según la investigadora, la música nos proporciona un nivel adecuado de bienestar y felicidad. Escuchar y hacer música desarrolla la sensibilidad, la creatividad la capacidad de abstracción y nos ayuda a descubrir nuestro propio mundo interior, además facilita la comunicación con la otra persona, con el grupo o con el mundo que nos rodea. Ella nos afirma: “La música es un vehículo perfecto para desarrollar la inteligencia emocional, es una forma de actuar con el mundo que tiene en cuenta los sentimientos: los nuestro y los ajenos”.

Josefa Lacarcel insiste en que gran parte de la sociedad no es consciente de la importancia de la música, quizá porque nuestra cultura ha estado dominada por estímulos visuales y ha estado dominada por estímulos visuales y ha relegado los auditivos. Esta seria la razón por la que aun no se la ha tenido en cuenta como medio de sanación, dice y tampoco el efecto nocivo del exceso de ruido.

Platon defendía que la música debía servir para calmar los trastornos del alma. Nos entra por el oído, per la sentimos, comprendemos e interpretamos en nuestro cerebro y ya sea consciente o inconscientemente la música suscita sentimientos y emociones que consciente o inconscientemente podrían sanar la humanidad.

Gran parte de la sociedad no es consciente de la importancia de la música, quizá porque nuestra cultura ha estado dominada por estímulos visuales y ha relegado los auditivos.

Por: Edwin Contreras

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